Un cuestionamiento al plan de desarrollo del Gobierno Duque, en especial a su apuesta en relación con el emprendimiento, la economía naranja y las industrias creativas, es el tema sobre el que versa la más reciente columna de opinión en El Espectador del profesor emérito de Utadeo, Salomón Kalmanovitz.
Como lo señala el experto, la propuesta de Duque se basa en un pacto por la equidad, en la que se destacan al emprendimiento y la cultura de la legalidad como elementos de una fórmula que conducirán a reducir la inequidad y la pésima distribución de la riqueza. Sin embargo, sostiene Kalmanovitz, muchos de los emprendimientos de la economía naranja presentan una fuerza laboral que no cuenta con los requisitos mínimos de formalidad, entre ellos la carencia de un contrato laboral, deficiencias en las prestaciones sociales, e incluso, casos en los que los empleadores pagan menos del salario mínimo, con despidos sin justa causa.
El columnista cuestiona que aún no se conoce qué tipo de fuerzas políticas están cobijadas en el pacto proclamado por Duque, ni si este incluye a sindicatos y movimientos sociales o ciudadanos: “Se enuncia una lista de mercado como salud de calidad para todos, educación de calidad para todos, deporte y recreación, atención primordial a los niños, seguridad alimentaria, vivienda incluyente, “juventud naranja talentosa” y sigue un largo etcétera de buenas intenciones para todos”, señala Kalmanovitz.
Las dudas sobre este programa de equidad son varias, dice el profesor emérito, empezando por la necesidad de una tributación progresiva, pues es necesario un recaudo cuantioso que se invierta en programas sociales que beneficien a los más pobres y se invierta en bienes públicos, situación completamente contraria a lo que sucede con la recién aprobada reforma tributaria, que traslada los ingresos de las clases medias a favor de las empresas, al tiempo que disminuye el recaudo, lo cual desencadenará en un Estado raquítico que es robado sin pudor: “Las condiciones para que surjan muchas empresas son bienes públicos, financiados por un Estado grande y eficiente que provea ciencia y tecnología, que abarate los costos de transporte y los costos de transacción”, argumenta.
Sin embargo, el economista asegura que existe un trio de instituciones que nadie se atreve a tocar, pero que entorpecen la tan anhelada equidad: las notarías, debido a que establecen “peajes” sobre todos los negocios y la vida civil; las curadurías sobre las construcciones que se caen, y por último, las cajas de compensación que encarecen “inútilmente” las nominas e incentivan la informalidad.







